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El mal en sus formas más crueles y siniestras recayó sobre Mí, ¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú. (Mc. 14, 36). Sí, Su Voluntad, que es la voluntad inefable de amor, de salvación y de perdón, ahora reclamaba reparación por las ofensas a la Justicia. En cruenta lucha con la carne que clamaba sus derechos, con las tinieblas del mal cerniéndose a su alrededor y lejos del Padre Amoroso. Angustiado, con angustia de muerte, llevaba en Mí todo el amor que sentía por aquellas criaturas que esperaban redención. Tiempo de preparación en que la angustia y la pena añadían dolor a mi cuerpo cada vez más aplastado, y la sangre se escurría por mi piel a consecuencia de la durísima prueba
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