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En una anónima esquina del centro de Washington, un pequeño cartel lo anuncia discretamente. Nada más entrar te recibe una ablución de bienvenida y comienzas el circuito: un bar donde la barra se ha “roto” para que puedas interactuar con ella, superando la tradicional barrera entre barman y cliente. Un mobiliario sofisticado, formalmente diverso te ofrece refugio donde degustar exquisitos aperitivos. Después, a través de una discreta puerta, se accede a la “kitchen experience”: tan solo dos mesas de forma orgánica para acoger seis comensales cada una, encaradas hacia la cocina, donde los chefs te reciben y se disponen a mostrar sus malabarismos culinarios. El comensal goza de un gran espectáculo destinado a colmar los cinco sentidos: en él se mezclan los aromas con el sonido musical de los platos y bandejas donde se va presentando el menú. Todo tiene lugar a la vista, como en una obra teatral efímera, siempre cambiante, bajo el aura de dos cúpulas doradas iluminantes. Finalmente el tacto y el gusto también entran en juego, y vas degustando cada uno de los 35 platos que has visto “nacer”. Como colofón final pasarás a una confortable zona de descanso para tomar los postres y el café, la casa del propio José Andrés, donde se pone punto final a la experiencia para guardarla en tu memoria para siempre. Un espacio “mini” para una sensación “maxi”. Diseño futurista junto a ironía juguetona y confortable.
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