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Hi ha, doncs, avui, entre la història i els llibres científics d’història, entre la vida i la historiografia, una desconnexió fonamental, un forat pel qual fugen moltes coses: tantes, que cada cop més gent prefereix llegir novel·la històrica i no pas assaig per conèixer un episodi del passat.
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(1944), en el que revive la memoria de la materia primera como principio creador femenino de alcance cósmico. Porque la teoría de lo dos infinitos ayuda a desentrañar un enigma de la política de nuestro tiempo, enigma que se expresa con la metáfora del “techo de cristal”. El techo de cristal aparece cuando una mujer no puede lograr algo –algo que desea- porque ocurre que ella no es un hombre: algo –el ser un hombre- que ella no podría, en sustancia, llegar a ser, aunque pueda emularle o parecerlo. En una política que coincida con la teoría de los dos infinitos, no hay techo de cristal, ya que ni la mujer es entendida como la medida del hombre, ni el hombre es entendido como la medida de la mujer: ella tendría su infinito propio, él, el suyo.
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