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« Casi siempre resulta dificil inducir a los jóvenes a hablar directamente de lo que han vivido. Cuando los recuperamos, se muestran tímidos, silenciosos y, con frecuencia, quedan distanciados», destaca Joseph Vilton. Él está mirando un dibujo que la pequeña Sabrienta está terminando. Muy concentrada, ella está dibujando el perfil de su casa, un pequeño edificio improvisado c uyo techo color naranja recuerda las lonas ditribuidas por Caritas en los campamentos. Delante de la puerta de entrada hay dos siluetas: una pequeñas, como de un niño y otra más grande, imponente. «Mi tío y yo», explica Sabrienta, sin añadir una palabra sobre sus padres, ni su historia y sin apartar la vista de su dibujo.
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