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Si nuestro espíritu muere mientras todavía vivimos sobre esta tierra, Dios nos considera como espiritualmente muertos, aunque nuestro cuerpo viva. En Mateo 8:21-22, otro de sus discípulos le dijo: “Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre”. Pero Jesús le dijo: “Sígueme; deja que los muertos entierren”. Lo que Jesús quiso decir es que los espíritus de aquellos que tienen que enterrar a los muertos estaban muertos y no sus cuerpos. Cuando morimos, es solo nuestro cuerpo físico el que muere. Nuestro cuerpo espiritual con nuestra alma se liberará instantáneamente del cuerpo y vivirá por toda la eternidad en el mundo espiritual donde pertenece, ya sea junto a Dios en un lugar llamado “Cielo” o lejos de Él, en un lugar llamado “Infierno”. Como explicaremos luego, existe sin embargo un tercer lugar llamado “Purgatorio”.
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