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En el segle divuit tot el municipi era rural, amb bones terres, planes, conreades totes, no n’hi havien ni del comú ni del rei, totes eren conreades, no tant les de marina, molt humides, on si collien joncs per treballar-los i s’hi conreava cànem, i regalèssia pels herbolaris i la roja d’arrels tintòries, a les terres mes altes el blat i la vinya i garrofers, oliveres i figueres quins fruits eren ben venuts a la Ciutat.
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En el siglo 18 todo el municipio era rural, con buenas tierras, llanas, todas trabajadas, quizás no tanto en la parte baja, o de marina, más húmedas, en donde se recogían y trabajaban los juncos, y se cultivaba cáñamo de uso textil, y regaliz para la herboristería y la “rubia tinctorea” de cuyas raíces se extraía un tinte color rojo o carmesí. En las tierras más altas se cultivaba trigo y viña, y se recogían los frutos de los algarrobos, los olivos y las higueras, estos últimos muy estimados en la ciudad. Mas tarde con las aguas procedentes del Canal de la Infanta, la producción agrícola seria mayor y más variada. En 1724 fueron inventariados 2 carnicerías, dos tabernas y dos establecimientos de comercio. Cien años después se cuentas ya 4 hospederías, y barberías, cafés, alpargaterías, sastrerías, tabernas y un buen número de establecimientos generales. Aparecen los primeros “Prats d’indianes” o campos de hierba sobre la cual se extendían las piezas de ropa para que se blanqueara al sol antes de ser estampadas, había muchos y abrieron camino para que paulatinamente se instalara una industria que reclamaría mano de obra, primero llegaron los trabajadores del campo de las poblaciones cercanas, después obreros de todas partes. La presencia de la industria y sus talleres y la de la población trabajadora, provocarían un cambio absoluto en el pueblo y en el barrio de Sants.
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