|
Un nuevo modelo de convivencia basado en el respeto y la igualdad no sólo beneficiaría a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto, incluidos los hombres, ya que si bien es cierto que el actual sistema social patriarcal les confiere como colectivo unos privilegios -entre otros, que en general disfruten de mayores ingresos, cotas de poder y de una mayor autoridad en el ámbito público o que se beneficien del trabajo doméstico y de cuidado realizado muy mayoritariamente por las mujeres-, no es menos cierto que dicho sistema, sustentado en una diferenciación rígida de roles y expectativas en función del sexo, tiene también sus costos para los hombres. Éstos, en general, tienen una esperanza de vida menor, son más propensos a sufrir drogodependencias, accidentes de tráfico, los accidentes laborales más graves o a ser víctimas de muertes violentas y del encarcelamiento. Además, en la medida que han sido socializados para cumplir el papel de proveedor principal del sustento económico en las familias, sufren una mayor presión en el ámbito del empleo para que alarguen las jornadas de trabajo, lo que hace que consuman su vida prácticamente en mundo productivo y que no desarrollen todas sus potencialidades y capacidades, sobre todo aquellas que guardan relación con el mundo reproductivo y de los afectos. Por no mencionar también el coste que supone la incomprensión, e incluso en algunos casos el rechazo social, que padecen aquellos hombres que se salen del rol social imperante y se atreven a asumir públicamente comportamientos y funciones consideradas tradicionalmente como "femeninas".
|