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Una cálida tarde de verano de 2005 un hombre de veintiocho años entró en un cibercafé de Taegu, en Corea del Sur. Se llamaba Lee Seung Seop. Allí se conectó a un ordenador y se puso a jugar a Starcraft, un juego de simulación de batallas en línea con gráficos trepidantes y un argumento ingenioso sobre humanos exiliados que luchan por la supervivencia en el extremo de la galaxia. Lee se sumaba a una sesión maratoniana: en las cincuenta horas siguientes solo se levantó de la silla para beber agua, ir al baño o hacer una breve siesta en una cama improvisada. Sigue leyendo...
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