|
Julio Cortázarren Casa tomada –Hartutako etxea– ipuinetik abiatuko da aurten gure gogoeta: ikusi ezinezko indarrak familiaren etxeaz jabetzen ari direla sentitzen dute Irenek eta haren nebak, eta, indar horiek ezagutzeko gai ez izan arren, azken batean euren etxetik mugiarazi egiten dituzte anai-arrebak, behin betiko bidali eta kalera jaurti arte.
|
|
Este año comenzamos nuestra reflexión a partir de Casa tomada, aquel cuento de Julio Cortázar en el que Irene y su hermano sienten cómo la casa familiar está siendo invadida por fuerzas que no son capaces de visualizar, cuya naturaleza se les escapa, pero que efectivamente les van desalojando de su hogar hasta ser definitivamente expulsados y arrojados a la calle. El miedo y la angustia invaden el relato, afecciones que permiten establecer múltiples analogías con el momento presente que está atravesando Europa. El espacio en el que se daba por hecho que existían derechos, garantías y procedimientos que implicaban un horizonte de tranquilidad está siendo seriamente amenazado por distintas fuerzas que, al contrario que en el cuento de Cortázar, son identificables, perceptibles a la luz del día. Son los espectros que deambulan en los telediarios, en las crónicas políticas, en la literatura, el arte y el pensamiento de, al menos, las dos últimas décadas. Son las políticas neoliberales de austeridad y precarización, en una deriva depredadora tras la “operación crisis” que ha acompañado la extensión del totalitarismo económico. Es el control securitario internacional que se alza en contra de las migraciones; el blindaje inmunitario de Europa ante una contracara violenta en forma de guerras y terrorismos, que ha desvelado el sustrato racista y colonial del “viejo continente”. Es, también, la expulsión de familias y poblaciones enteras de sus territorios a causa de catástrofes ecológicas, de la construcción de nuevas infraestructuras o del impulso masivo de flujos turísticos y procesos de reconversión económica. Todas estas fuerzas se adueñan del territorio para re-producirlo y rentabilizarlo, o destruirlo. El desplazamiento, el desalojo, la expulsión, la reubicación y por lo tanto la búsqueda de refugio se vuelven inminentes ante la evidencia de que tenemos la casa –la Europa en la que era posible proyectar una experiencia política supranacional– “tomada”.
|