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), al mismo tiempo personal y universal en cuanto a sus referencias, es una de las composiciones de grandes dimensiones que el artista acomete como monumento en honor de los muertos, insinuando una referencia al Holocausto, aunque sin nombrarlo explícitamente. Por sus dimensiones y su tono, la obra evoca el ambiente contemplativo de un pequeño teatro o un espacio de culto religioso. La instalación se compone de más de 1.100 imágenes refotografiadas de otras tantas imágenes que había utilizado anteriormente: fotos de colegio, de familia, imágenes de periódicos y del archivo de la policía. Las fotografías, al mismo tiempo iluminadas y enturbiadas por las bombillas que cuelgan desnudas, no ofrecen ningún contexto con el que se pueda identificar o conectar a los anónimos individuos, o distinguir a los vivos de los muertos, o a las víctimas de los criminales. Cada una de estas huellas de vida humana está reducida a un tamaño uniforme con el fin de dificultar la identificación de sus rasgos y sugerir la igualdad de los sujetos de las fotografías. La colección de imágenes se instala aleatoriamente, impidiéndose con ello la imposición de una narrativa única. Dentro de este entorno inquietante, Boltanski mezcla emoción e historia al yuxtaponer inocencia y culpabilidad, verdad y mentira, sentimentalismo y profundidad.
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