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La relación de Sayhueque con el Gobierno Argentino se había tensado al máximo. El cacique intuía que el ejército planeaba una nueva ofensiva para mover la frontera interna, como se llamaba al límite con la tierra del “infiel”, que acorralaría a los indígenas contra las montañas. Por eso no dudó, cuando se enteró que Moreno y su grupo exploraban la zona mandó sus guerreros a “invitar” al Perito a hospedarse en las tolderías indias. Una oferta que no se podía rechazar. Al llegar al campamento Moreno fue duramente increpado por el cacique, quería saber qué hacía en su tierra y lo acusaba de ser espía. Moreno, conocedor de las costumbres mapuches, exigió como invitado que era que primero se le ofreciera comida. Sayhueque sabía que el argentino tenía razón. Mandó traer lo que ellos consideraban un manjar: entrañas de yegua… ¡crudas! Moreno, inmutable, las comió.
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