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Sin olvidar la búsqueda de una solución práctica, se aprecia en el enclave de Santa María de Donostia-San Sebastián un carácter escenográfico. Según el plano de 1744 de Juan Bernardo Frosne, donde se muestra la iglesia anterior y la disposición de las calles antiguas, muy similares a la de la reconstrucción que hizo Pedro Manuel de Ugartemendía después del incendio; si consideramos al viandante que se acercaba desde la plaza Vieja al templo por la calle Mayor, contemplaría perfectamente enmarcada la gran hornacina o nicho de su portada. Siguiendo su recorrido, al llegar a la calle Iñigo Alto, se le ofrecía ya una visión más amplia: la hornacina y las torres que la enmarcaban. Finalmente en la embocadura del final apreciaría totalmente la iglesia en su fachada principal. Esto nos dice que el edificio se integra en el espacio urbano buscando diferentes puntos de vista o perspectivas. Además la iglesia y la calle se enlazan, pues el espacio exterior penetra en la hornacina o volumen del edificio; y por otro lado, la parte superior de la fachada que avanza levemente, tendría el efecto de penetrar en el espacio urbano. Esto es un recurso típicamente barroco, creándose un juego entre masa del edificio y espacio urbano.
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