pakhuis – -Translation – Keybot Dictionary

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Na een uur kwamen we in een oud pakhuis dak loods waarin werd de naam van de stad in grote witte letters lezen. We waren tegenover het oude station Uribelarrea, het stopte met werken lang geleden, maar, heeft onlangs, werd omgezet in agrarisch museum van het gebied.
After an hour we ran into an old warehouse roof shed in which was read the town's name in huge white letters. We were opposite the old station Uribelarrea, it stopped working long ago but, has recently, was converted into the area's agricultural museum. While we wanted to get off immediately take pictures, decided to go first to the famous Macedonian restaurant to reserve a table for lunch.
Al cabo de una hora nos topamos con un viejo depósito en cuyo techo de tinglado se leía el nombre del pueblo en enormes letras blancas. Estábamos frente a la vieja estación de Uribelarrea, que dejó de funcionar hace mucho pero, desde hace poco, se reconvirtió en el museo agrícola de la zona. Si bien queríamos bajarnos inmediatamente a sacar fotos, decidimos ir primero al famoso restaurante Macedonio para reservar una mesa para el almuerzo.
Depois de uma hora que funcionou em um telhado do armazém velho barracão em que foi lido o nome da cidade em letras brancas enormes. Estávamos em frente à antiga estação Uribelarrea, ele parou de funcionar há muito tempo, mas, tem recentemente, foi convertida em museu agrícola da região. Enquanto nós queria sair imediatamente tomar fotos, decidiu ir primeiro à famosa Macedónio restaurante reservar uma mesa para o almoço.
Al cap d'una hora ens topem amb un vell dipòsit en el sostre de tinglado es llegia el nom del poble en enormes lletres blanques. Estàvem davant la vella estació de Uribelarrea, que va deixar de funcionar fa molt però, des de fa poc, es va reconvertir al museu agrícola de la zona. Si bé volíem baixar-nos immediatament a fer fotos, vam decidir anar primer al famós restaurant Macedoni per reservar una taula per dinar.
Al cabo de una hora nos topamos con un viejo depósito en cuyo techo de tinglado se leía el nombre del pueblo en enormes letras blancas. Estábamos frente a la vieja estación de Uribelarrea, que dejó de funcionar hace mucho pero, desde hace poco, se reconvirtió en el museo agrícola de la zona. Si bien queríamos bajarnos inmediatamente a sacar fotos, decidimos ir primero al famoso restaurante Macedonio para reservar una mesa para el almuerzo.
Al cabo de una hora nos topamos con un viejo depósito en cuyo techo de tinglado se leía el nombre del pueblo en enormes letras blancas. Estábamos frente a la vieja estación de Uribelarrea, que dejó de funcionar hace mucho pero, desde hace poco, se reconvirtió en el museo agrícola de la zona. Si bien queríamos bajarnos inmediatamente a sacar fotos, decidimos ir primero al famoso restaurante Macedonio para reservar una mesa para el almuerzo.
Ordubete ondoren ran bat biltegi zaharrak teilatua bertan, ederki sartu zen irakurri dugu herriko zuri handi letra izena. Ziren geltoki zaharra Uribelarrea kontrako dugu, lanean utzi duela, baina, Duela gutxi,, izan zen bertako nekazaritza museo bihurtu. Nahi izan dugu, off iritsi bitartean, berehala hartu pictures, erabaki lehen joateko ospetsua Mazedoniera jatetxea mahai bat erreserbatu bazkaltzeko.
  La revista de viajes co...  
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas.
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas. Había que evitarlo, dándole la espalda una vez más a los cartesianos planes de viaje precocinados desde la distancia. Y así fue. Una hora después estábamos paseando entre enormes sauces amarillentos por Sint-Antoniuskaai, a orillas del Lys, aliviados por la decisión de retrasar la subida a ese tren que, como casi todos, siempre puede esperar. Gante ya había dejado huella en nosotros. A la ciudad el invierno le sienta muy bien. En la catedral de San Bavón no había que agolparse para admirar el que quizá sea el políptico más famoso de la historia, el retablo encargado por el alcalde Joos Vijde a Hubert van Eyck para engalanar su capilla funeraria (donde hoy, en desagravio, luce una réplica fotográfica).
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas. Había que evitarlo, dándole la espalda una vez más a los cartesianos planes de viaje precocinados desde la distancia. E assim foi. Una hora después estábamos paseando entre enormes sauces amarillentos por Sint-Antoniuskaai, a orillas del Lys, aliviados por la decisión de retrasar la subida a ese tren que, como quase todos, siempre puede esperar. Gante ya había dejado huella en nosotros. A la ciudad el invierno le sienta muy bien. No catedral de San Bavón no había que agolparse para admirar el que quizá sea el políptico más famoso de la historia, el retablo encargado por el alcalde Joos Vijde a Hubert van Eyck para engalanar su capilla funeraria (donde hoy, en desagravio, luce una réplica fotográfica).
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas. Había que evitarlo, dándole la espalda una vez más a los cartesianos planes de viaje precocinados desde la distancia. そしてそれはあった. Una hora después estábamos paseando entre enormes sauces amarillentos por Sint-Antoniuskaai, a orillas del Lys, aliviados por la decisión de retrasar la subida a ese tren que, など、ほぼすべての, siempre puede esperar. Gante ya había dejado huella en nosotros. A la ciudad el invierno le sienta muy bien. で catedral de San Bavón no había que agolparse para admirar el que quizá sea el políptico más famoso de la historia, el retablo encargado por el alcalde Joos Vijde a Hubert van Eyck para engalanar su capilla funeraria (donde hoy, en desagravio, luce una réplica fotográfica).
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas. Había que evitarlo, dándole la espalda una vez más a los cartesianos planes de viaje precocinados desde la distancia. I així va ser. Una hora después estábamos paseando entre enormes sauces amarillentos por Sint-Antoniuskaai, a orillas del Lys, aliviados por la decisión de retrasar la subida a ese tren que, com gairebé tots, siempre puede esperar. Gante ya había dejado huella en nosotros. A la ciudad el invierno le sienta muy bien. A la catedral de San Bavón no había que agolparse para admirar el que quizá sea el políptico más famoso de la historia, el retablo encargado por el alcalde Joos Vijde a Hubert van Eyck para engalanar su capilla funeraria (donde hoy, en desagravio, luce una réplica fotográfica).
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas. Había que evitarlo, dándole la espalda una vez más a los cartesianos planes de viaje precocinados desde la distancia. I tako je bilo. Una hora después estábamos paseando entre enormes sauces amarillentos por Sint-Antoniuskaai, a orillas del Lys, aliviados por la decisión de retrasar la subida a ese tren que, Kao i gotovo sve, siempre puede esperar. Gante ya había dejado huella en nosotros. A la ciudad el invierno le sienta muy bien. U catedral de San Bavón no había que agolparse para admirar el que quizá sea el políptico más famoso de la historia, el retablo encargado por el alcalde Joos Vijde a Hubert van Eyck para engalanar su capilla funeraria (donde hoy, en desagravio, luce una réplica fotográfica).
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas. Había que evitarlo, dándole la espalda una vez más a los cartesianos planes de viaje precocinados desde la distancia. И так было. Una hora después estábamos paseando entre enormes sauces amarillentos por Sint-Antoniuskaai, a orillas del Lys, aliviados por la decisión de retrasar la subida a ese tren que, так как почти все, siempre puede esperar. Gante ya había dejado huella en nosotros. A la ciudad el invierno le sienta muy bien. В catedral de San Bavón no había que agolparse para admirar el que quizá sea el políptico más famoso de la historia, el retablo encargado por el alcalde Joos Vijde a Hubert van Eyck para engalanar su capilla funeraria (donde hoy, en desagravio, luce una réplica fotográfica).
Pensaba en ese vigor de la ciudad mientras almorzábamos en la brasserie Pakhuis, un antiguo almacén reconvertido en restaurante, con la premura de quien sabe que debe subirse a un tren dentro de un par de horas sin siquiera dar a Gante la oportunidad de lucir sus galas nocturnas. Había que evitarlo, dándole la espalda una vez más a los cartesianos planes de viaje precocinados desde la distancia. Eta horrela izan zen. Una hora después estábamos paseando entre enormes sauces amarillentos por Sint-Antoniuskaai, a orillas del Lys, aliviados por la decisión de retrasar la subida a ese tren que, ia guztiak, siempre puede esperar. Gante ya había dejado huella en nosotros. A la ciudad el invierno le sienta muy bien. En catedral de San Bavón no había que agolparse para admirar el que quizá sea el políptico más famoso de la historia, el retablo encargado por el alcalde Joos Vijde a Hubert van Eyck para engalanar su capilla funeraria (donde hoy, en desagravio, luce una réplica fotográfica).