|
|
Pero me voy a acordar de los viajes en taxi-auto-taxi-auto, de la carne roja de las montañas que secas se elevan en las alturas alrededor de La Paz. De los paseos en jeep en el interior del país entre cañones de grava. Las piedras crudas, los riachuelos arenosos, en las laderas con rascacielos encima, empinados elevándose en las alturas. Las luces de noche. La escuela naval con el faro, el puesto de observación y el aparejo, en un país sin mar, directo frente a la carretera. Me voy a acordar del médico general tan amable que me quería llevar a un hospital donde no había papel higiénico. Me voy a acordar de las siestas de los trabajadores callejeros bajo los árboles de las plazas. Echados. De caras oscuras. Con brazos cruzados. De las vendedoras ambulantes de faldas anchas: 2 bolivianos por una goma de pelo, 6 por una coca cola. Del precio del euro bajando más cada día. De los tantos prestadores de servicios: vigilante de barrios ricos, cortador de césped de las isletas, carga maletas en el aeropuerto, empacador de bolsas en los supermercados, voceador de sándwiches frente a edificios de oficinas. ¿Una alternativa a los empleos de 1 euro?
|