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Los padres de la Iglesia Primitiva (Ignacio, Policarpo, Clemente, La Didáctica y Bernabé) enseñaron doctrina y defendieron el cristianismo en contra de las herejías. Al hacer esto, su única fuente de autoridad fueron las Escrituras. En sus escritos, se hacía sentir, literalmente, el espíritu del Antiguo y Nuevo Testamento. En los escritos de los apologistas, tales como Justino Mártir y Atenágoras, se puede encontrar el mismo principio. En ninguno de estos escritos, los autores apelan a la tradición como un instrumento separado e independiente de revelación.
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