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¿Cuántos kilómetros haremos y cuántas botellas de vino necesitamos para las noches de desierto del viaje? (sin que las preguntas fueran necesariamente por este orden). Hay pocas cosas más placenteras que un vino bajo el atronador silencio del planeta, a oscuras, sin habla ni oido.
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Soñábamos, y en la euforia de los sueños, todo objetivo nos parecía poco. Casi cuando observábamos Ciudad del Cabo, fin del viaje, se nos dibujaba una mueca triste en el rostro. ¿Sólo? Y casi inconscientemente comenzamos a doblar el mapa, siempre el mapa, para ver si había atajos a la Antártida o, pelo menos, si seríamos capaces de llegar allí en globo. Recuerdo que hicimos dos cuentas. ¿Cuántos kilómetros haremos y cuántas botellas de vino necesitamos para las noches de desierto del viaje? (sin que las preguntas fueran necesariamente por este orden). Hay pocas cosas más placenteras que un vino bajo el atronador silencio del planeta, a escura, sin habla ni oido.
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